Pasión Crítica

Presentación

La verdadera crítica, así como la verdadera autocrítica deben llevar forzosamente a la acción y a la transformación. Este actuar no puede y no debe ser por su parte indiferente, sino que debe estar dirigido por la pasión; no como desenfreno irracional, sino como aquella pasión de quién por amor al otro y a sí mismo, defiende a ultranza la verdad y la justicia.

La crítica trascendental no puede ser pasiva ni quietista, debe por el contrario ser propositiva y alentadora. El fin de la crítica no debe ser jamás el provocar postración ni desánimo; porque la crítica es, al fin y al cabo, un proceso de la inteligencia, y la verdadera inteligencia debe ser siempre creadora, actora.

"Crítica constructiva", pero sobre todo, "crítica reconstructiva"; porque si bien existen ideologías a las cuales bien vale la pena destruir, no debe hacerse sin tener el profundo deseo de reconstruir el mundo. Y esto sólo puede hacerse como un acto de entrega, de ímpetu, de convicción.

Sirvan estas palabras como preámbulo a los diversos ensayos que la crítica me pueda inspirar, y sirvan ojalá, para mover mentes y almas al cambio, a la mejoría y a la enmienda de tantas injusticias, mediocridades y vicios que vergonzosamente empequeñecen hoy a la humanidad.


-V. Prieto



14/3/09

Enseñar Ética

Moral, es un árbol que da moras...
-Gonzalo N. Santos



Si bien Ética
[1] es el nombre que académicamente se le da a la materia de estudio que examina tanto las distintas doctrinas morales a lo largo del tiempo, como las teorías de los filósofos al respecto de lo que se considera la misma; no hay que olvidar, que se trata de una materia -más aún- de una disciplina, cuya finalidad última se debiera encontrar en la aplicación.

Pensemos en el estudio de la Arquitectura para aclarar lo anterior mediante una analogía: Es imposible enseñar a un estudiante a construir, es decir, a convertirse en arquitecto, centrándonos exclusivamente en impartirle clases de Historia de la Arquitectura. Peor aún, con gran probabilidad es imposible hacerlo sólo mediante clases estrictamente teóricas. Un arquitecto se hace mediante la práctica, mediante el conocimiento de la aplicación de los materiales y estructuras.

Lo mismo sucede con la Ética. No podemos enseñar a alguien a ser ético, a hacer uso de la Ética al menos, mediante un curso de Historia de la Ética, ni mucho menos -como es bien sabido- mediante un adoctrinamiento moral. Necesitamos enseñarle la aplicación específica de lo ético, mediante el reconocimiento de su fundamento lógico. Así como enseñarle el ejercicio de la inteligencia sensible.
Pero respondamos antes que nada una pregunta esencial:

¿Qué entendemos por Ética?

Basándonos en primera instancia en Heráclito diremos que la Ética es el carácter
[2] que el hombre conquista a lo largo de su vida, a través de la lucha y equilibrio de aquellos contrarios que contega su existencia. Ética es, al mismo tiempo, la segunda naturaleza aristotélica; cuando ese carácter, asumido a voluntad y a fuerza del ejercicio racional y sensible, se hace constitutivo al hombre.
La Ética es pues finalmente, una forma de actuar, y no meramente una forma de pensar.

La Ética por consiguiente, no sólo es teoría
[3], es práctica. Es un ejercer del carácter libre, racional y sensible del hombre; que en tanto tal, se asume como ser histórico, social, creativo, y lúdico.

Educar a alguien en la Ética, introducirlo a su ejercicio; consistiría pues, en buscar fortalecer en él cada uno de estos componentes, no solamente a través del discurso teórico-racional, si no a través de la educación de la libertad y por consiguiente de la sensibilidad; porque una libertad insensible, no conllevará más que al atropello de la otredad, terminando así con toda posibilidad ética.

La enseñanza de la Ética a nivel formativo, no debiera basarse exclusivamente en la ilustración de las distintas morales que han existido; si no en enseñar al alumno, cuáles son las partes constitutivas del ejercicio ético, las vías posibles para el fortalecimiento de la conciencia, la crítica y autocrítica, la autarquía, y la libertad de manera aplicada. A sabiendas de que “El hombre –al fin y al cabo- es padre de sí mismo”.
[4]

La Ética, tal como Schiller pensaba, sólo puede enseñarse a través de la educación de la sensibilidad estética. A través de comprender qué hace a los seres humanos únicos y bellos. Los griegos entendieron esto muy bien al hablar de la kalokagathía. Enseñar Ética debiera ser un intento honesto por enseñar la aplicación de dicha sensibilidad, con el fin de promover la formación de un ser humano libre, dueño de la construcción de su propio destino.

El carácter ético del que nos habló Heráclito, la segunda naturaleza aristotélica, se alcanzan mediante la lucha -interior y exterior- constante de opuestos. Enseñar en que consiste esta lucha interior, debiera ser parte importante de la enseñanza de la Ética, y sin embargo ha sido un tema mayoritariamente apropiado -de forma desvirtuada- por la Psicología, y del que la Filosofía superficialmente se ha desvinculado.

Entendiendo lo que sucede en la lucha interior es más sencillo extrapolar lo que sucede en casi toda lucha exterior: política, artística, humanitaria, ecológica, científica.

La Ética es el principio del auto-conocimiento, y el auto-conocimiento es el principio de toda Ética: individual y social. Para lograr auto-conocernos es necesaria la autocrítica y para ello en primer lugar enseñamos a pensar con racionalidad mediante la Lógica. Toda construcción Ética debe fundarse sobre la base de la Lógica. Posteriormente, debemos enseñar a aplicar esa crítica sobre nuestro propio acontecer, no sólo sobre el acontecer de nuestro tiempo; porque en esa pequeña distinción, radica parte de la desvinculación del "yo" con el mundo.

Lo que el individuo hace, también es cuestionable éticamente, mi acontecer no está unicamente justificado dentro de mi moralidad, si no que puede ser enjuiciable desde el punto de vista ético, desde lo universalmente humano. Esta dimensión universal suele omitirse en la aplicación.

En la actualidad, herederos de un tiempo en el que la toma de posición se reducía al más necio dogmatismo, tenemos tanto temor de llamar a las cosas por su nombre, de enjuiciar aquello que debe ser enjuiciado, que vivimos en un mundo de permisibidad total. Pensemos tan sólo en un tiempo en el que un asesinato, como el de Saddam Hussein, puede ser transmitido por televisión prácticamente a nivel mundial y ser considerado un evento neutral.

Eludir el análisis objetivo del acontecer humano, escapar de la búsqueda honesta de universalidad, ha sido una salida facilista y conveniente para evadir todo tipo de responsabilidad ética; si bien en la historia del pensamiento, se llegó al acertado cuestionamiento de las “Verdades dogmáticas”, se cayó, por inercia en el otro lado del espectro: La relativización radical.

Delimitar nuestros actos dentro de la moral de nuestro tiempo nos ha servido únicamente como una forma de auto-justificación relativista.

Aclaremos que al hablar de juicios no estamos intentando defender mediante el discurso los juicios morales per se, si no los juicios éticos, aquellos basados en el compromiso de la objetividad. Porque tal como se ha dicho, por un temor desmedido a la claridad y contundencia
[5], hemos llegado a la más ridícula relativización de la realidad, mediante la deformación exagerada de nuestra subjetividad.

Enseñar esa relación de contrarios: Objetividad-Subjetividad es fundamental para la Ética, pero sobre todo enseñar que no son contrarios excluyentes, es decir, que no son lógicamente contradictorios. Interesarse por el otro significa verlo como un "otro yo". La empatía por el otro es fundamental para nuestra propia existencia. La individualidad es importante, pero también lo es la comunidad. La comunidad humana y animal, la comunidad con lo viviente.

Porque la Ética es lucha de contrarios, contrarios que en ocasiones se niegan y se afirman a su vez mediante la tensión.

Para introducir entonces a un alumno en el estudio de la Ética, debemos fomentar principalmente su capacidad de distinguir toda la gama de contrarios que nos presenta la relidad; contrarios que se presentan ante nosotros de distintas maneras: En lo intelectual y en lo cotidiano. Y debemos a su vez enseñarle sobre todo, a resolver las tensiones entre dichos contrarios, sin ignorarlas por falta de claridad intelectual.


Nada de esto le corresponde a la enseñanza de lo que es “Moral” o no.
Un curso laico de Ética, en toda la extensión del concepto, debe centrarse sin duda en la Ética misma, y no en lo que determinada sociedad toma por bueno o malo.


[1] “Conjunto sistemático de conocimientos racionales y objetivos acerca del comportamiento moral” Adolfo Sánchez Vázquez, Ética, Tratados y manuales Grijalbo 1969, p.24. Entendiendo por moral las costumbres y doctrinas de comportamiento de un grupo o una época determinada
[2] En la frase “El ethos es para el hombre su daimon” (22 B 119) Conrado Eggers Lan, Los filósofos presocráticos, Ed. Gredos, 1994, se ha aceptado la traducción daimon por carácter
[3] “La Ética es teoría” A. Sánchez Vázquez, Ética, Tratados y manuales Grijalbo, 1969, p. 20
[4] Aristóteles
[5] Y sobre todo quizá a errar en su búsqueda

Psiquiatras problema



Basta solamente un diagnóstico negligente: "Déficit de atención", "bipolaridad", "depresión"; para que una persona en un momento de debilidad emocional acepte ser medicada por un psiquiatra -e incluso a veces por un médico general que quiera jugar al psiquiatra- con la ilusión de salir de sus problemas a través de una elegante y generalmente peligrosa: "droga con receta". Y peor aún, para que un niño o joven, se considere candidato para un tratamiento psiquiátrico.
Y aunque sin duda existen casos en los que estos medicamentos son estrictamente necesarios, también es cierto que en un importante número de ocasiones podrían ser prescindibles, si en lugar de enseñar a las personas a ignorar y evadir su debilidad emocional mediante la ocultación de síntomas, se les enseñara a recobrar e incrementar su fortaleza interior, combatiendo activamente contra su propia vulnerabilidad.
Porque no es lo mismo que sea forzosamente necesario medicar a un paciente con esquizofrenia o alzheimer, que pretender medicar a cuanto niño o joven nos parezca "demasiado" inquieto, o a cuanta señora nos parezca "deprimida".
Pero lamentablemente parece que este es un problema que en las últimas décadas ha ido en desconcertante aumento. La medicación psiquiátrica parece ser una aterradora moda que lejos de pasar permanece y se extiende. Cada vez son más las personas que por no poder resolver algún conflicto en su vida son fácilmente medicadas. Y peor aún, cada vez son más los alumnos de edad escolar que, por no ser capaces de concentrarse en el aula, son turnados con un psiquiatra, para posteriormente pasar importantes años de su vida -y más grave aún, de su formación cerebral- bajo el uso de fármacos que alteran por completo la química y la salud del organismo.
Siendo profesora de Preparatoria, en este último ciclo escolar -por ejemplo- me encuentro con que en un grupo de 20 alumnos de entre 15 y 18 años de edad promedio, al menos 5 han sido tratados psiquiátricamente y 5 más han sido considerados candidatos para ser sometidos a un tratamiento psiquiátrico. Para fortuna de los cinco restantes la precaución propia o de sus padres, les permitió rechazar la recomendación y proseguir así con una vía más natural de resolver los problemas comunes que acompañan a la adolescencia.
Pero ¿qué pasa con los otros casos? ¿En verdad podemos considerar que estamos hablando de jóvenes que se han visto favorecidos por la medicina psiquiátrica? ¿Podemos decir que, gracias a ese cambio en su química cerebral, se han convertido en personas más fuertes o más conscientes, o con mayor autarquía en sus vidas? Y si acaso fuera así -cosa que por mi experiencia, pongo en tela de juicio- ¿A qué costo sería?
Porque al menos en referencia al pequeño grupo de estudio al que tengo acceso, ninguno lo vivió, ni lo vive de tal manera. Ninguno sintió ser "ayudado"; y por el contrario, la gran mayoría sintió estar siendo violentado en su integridad intelectual, al quedar según sus propias palabras: "-Dopado", "-Sin fuerza ni ánimo para levantar siquiera un brazo..."
El otro ejemplo es también muy claro: Mujeres de clase media a alta que, en una incapacidad por soportar lo que han hecho con sus vidas, eligen la vía de las drogas de farmacia. Y ¿de verdad, todas esas mujeres que recurren al uso indiscriminado de ansiolíticos o antidepresivos, viven "problemas" irresolubles?
¿O será que la sociedad cada vez más fomenta la falta de carácter y autocontrol para superar nuestros problemas y dolores interiores?
Porque si bien es cierto que un cambio químico del cerebro puede favorecer a un cambio del comportamiento, también está comprobado que, un cambio en el comportamiento modifica nuestra química cerebral. Entonces, ¿porque no intentar la vía alternativa?
Pero de nuevo hablamos de la tendencia generalizada a ceder la responsabilidad de sí mismo a cualquiera que, lejos de exigirnos esfuerzo, nos brinde una solución de apariencia rápida y fácil.
¿Por qué los psiquiatras antes de recetar medicamentos tan delicados no hacen un análisis cabal de la ingesta en la dieta de nutrientes y micro nutrientes naturales de las personas con este tipo de padecimientos?¿Por qué no analizan con el máximo detenimiento y ética si la persona puede ser ayudada con otro tipo de terapia interactiva antes de inclinarse por afectar la química de su cerebro? ¿Por qué pareciera que –lejos de descubrirse- se siguen inventando cada vez más padecimientos psiquiátricos para los cuales ya hay esperando medicamentos en el mercado?
No deja de ser remarcable el comentario que un alumno de 4to año de Preparatoria me hizo en una clase de Lógica, cuando yo les explicaba la finalidad de la materia:
-Entonces la gente, antes de buscar al psicólogo o al psiquiatra, debería de curarse con Lógica- me dijo. Sorprendida por su comentario le comenté que un interesante libro llamado "Más Platón, menos Prozac", hablaba de algo parecido: Enseñar a la gente a pensar, que no significa enseñar a la gente qué pensar, sino simplemente enseñarles a tener una estructura de pensamiento, a sacar conclusiones acertadas de sus juicios, a no construir falsas creencias sobre prejuicios o falacias, a no padecer por dichos prejuicios, ni hacer padecer por los mismos a otros. Definitivamente debería considerarse una excelente medicina preventiva, tanto en lo individual, como en lo social.
Y no sólo eso. La Ética, sin duda, si se enseñara como la necesidad de formarse un carácter combativo y propositivo que a fin de cuentas habrá de convertirse en nuestro destino; como la necesidad de fortalecerse -y no endurecerse, ni evadirse- para ser más feliz y generoso sin sucumbir ante el dolor o la adversidad, de igual manera evitaría muchos de los males que padecemos en la actualidad.
Porque nuestro deber es sin duda aprender a responsabilizarnos de la construcción de nuestro destino, y ayudar a quienes por las circunstancias tengan que depender de nosotros, a que logren fortalecerse para construir el propio.
Ojalá sirva esta reflexión para que alguna persona que esté a punto de permitir que se altere innecesariamente la química de su cerebro, reflexione seriamente si ésta es su única opción, especialmente en el caso de la medicación psiquiátrica en menores de edad. Y ojalá que sirva para que los padres de niños y jóvenes diagnosticados con algún problema psiquiátrico se informen bien, y analicen si no se trata de un diagnóstico irresponsable o superficial, ya que a fin de cuentas son ellos quienes tienen el poder de decidir sobre la salud del cerebro de sus hijos, y porque aunque parezca más efectivo y sencillo acabar con las "manías" de sus niños a través de medicamentos psiquiátricos, las posibles consecuencias que en su vida presente y futura acarreará el uso de dichos medicamentos, solamente ellos habrán de padecerlas.
Y porque definitivamente, antes de permitir que nuestra química cerebral sea alterada, poniendo en riesgo nuestra salud mental y física debemos sopesar cabalmente si esta medida es forzosamente necesaria e inevitable; y sobre todo, en el caso de que un niño o adolescente vaya a ser medicado con nuestra autorización por evitarnos la "molestia" o "responsabilidad" de aprender cómo ayudarlo o tratarlo, por considerarlo cuestionablemente: Un "niño problema".


Para mayor información sobre los daños de las drogas psiquiátricas que se suministran innecesariamente en niños y adultos se pueden consultar el siguiente sitio:www.mercola.com

Publicado por v. prieto para pasión crítica el 10/10/2007 12:07:00 AM